La infidelidad es vivida como una de las peores traiciones que enfrenta la pareja y en general se piensa que el infiel es el culpable, sin embargo, la infidelidad es sólo el resultado de las crisis de pareja y ésta no es sólo sexual pues el cónyuge infiel buscará aspectos que su pareja no le brinda y estos pueden ser intelectuales, sexuales, físicos y emocionales.
Te invitamos a que leas el artículo a fin de que te enteres acerca de las causas de estas conductas, pues francamente es a lo que más tememos y a veces tomamos conductas destructivas que no nos llevan a nada, y si en cambio a vivir tan tremendo evento.
INTRODUCCIÓN
El matrimonio
como institución, ha sido cuestionado de manera fuerte como una institución
ideológica de control y de coerción que permite la recreación del orden
establecido. Al ser el matrimonio una institución social es difícil que la
familia pueda modificar a la sociedad, más bien ocurre que lo social construye
tanto a la intimidad como a la privacidad.
El tema de la
infidelidad, de los amantes o de las relaciones extraconyugales es uno de los
puntos de partida para exaltar o desvirtuar a la familia y al matrimonio como
el rector del statu quo, ideal, sólido e invulnerable.
Hablar de la
monogamia o de la poligamia como la "naturaleza" dentro del
matrimonio, además de falso -ya que no hay naturaleza humana, sino que,
utilizando la frase de I. Caruso, "el hombre es por 'naturaleza' un ente
cultural" - resulta la piedra de toque para abordar el punto de vista intrapsíquico
e interindividual de la pareja que si bien es social, no deja también de
contener fuertes relaciones psíquicas.
No podemos
soslayar el hecho de que la moralidad, junto con sus valores, costumbres,
normas, etc. incitan al individuo a normar su conducta, pero también, sería por
demás arbitrario, pretender "conocer" al individuo sólo desde afuera
o desde el grupo sin intentar siquiera apuntar hacia los factores inconscientes
y/o intrapsíquicos que desencadenan a la infidelidad.
Rougemont habla
de la paradoja del matrimonio ya que se le piden dos cosas opuestas: la pasión
y el amor, es decir, aquella llama de la pasión que rompe, mueve y enfrenta y
aquel amor de rutina hundido en la certeza de la monotonía.
El presente
trabajo tiene como finalidad abordar el tema de la infidelidad, analizándolo
como un síntoma dentro de la crisis de la pareja, para tal fin, se incluyen
autores que están tanto a favor como aquellos en contra de considerar las
relaciones extramaritales sanas, posteriormente, se revisan las consecuencias
de cuando el cónyuge engañado se entera, para intentar esclarecer si esto trae
como consecuencia la ruptura o la muerte de la pareja.
Finalmente, se
analiza, a partir de los datos anteriores, si este tipo de conducta puede ser
considerado maduro o saludable.
Hacia un
concepto
Por infidelidad,
relaciones extraconyugales, amantes, etc, entendemos la relación fuera del lazo
conyugal que uno de los miembros establece con otra persona sea esta del mismo
sexo o del sexo opuesto, y con quien obtiene algún tipo de relación amorosa -no
solamente genital-, ésta puede ser a corto o a largo plazo.
El lazo conyugal
alude no al hecho jurídico de contraer matrimonio sino a la posibilidad de que
la pareja haya aceptado llevar una relación más o menos duradera, de manera
voluntaria y comprometiéndose moral y físicamente el uno con el otro.
El tema de la
infidelidad, en este sentido, no puede ser abordado como una entidad en sí
misma, sino que tiene que ser entendido como una de las crisis, una de las
consecuencias de las relaciones de pareja.
Las relaciones
de pareja, igual que todo tipo de relación contiene cargas ambivalentes de amor
y odio, en donde, de acuerdo con la teoría kleiniana, se van proyectando e
introyectando partes del objeto bueno/malo, de manera dialéctica, es decir
continua e ininterrumpidamente.
Apegándonos a la
teoría de los impulsos de vida y muerte, y considerando que actualmente el
matrimonio en nuestro país, es más o menos voluntario, vemos así que en la
unión (instinto de vida) está ya dada su muerte (thanatos) o separación por
medio de toda la gama de conductas agresivas y destructivas. Esto,
evidentemente, replantea el concepto vulgar y común de amor en donde se
utilizan patrones maniqueístas que hablan de una pureza y de una eternidad que
en el hombre no pueden darse, dada su condición finita.
Aunque no sería
del todo exacto hablar de las causas de la infidelidad, podemos intentar
describir, de acuerdo con Strean, Lemaire y Trodjman, aquellos factores o
mecanismos predisponentes para que este fenómeno ocurra; teniendo siempre
presente que, como clínicos, debemos observar las ganancias primarias y
secundarias que tanto la víctima como el victimario poseen, pues la pareja es
un sistema que reaccionará a cualquier tipo de modificación que afecte a algún
miembro dentro de la unidad total.
Uno de los
factores predisponentes de la infidelidad se remite a la elección del
compañero. De acuerdo con Lemaire esta "decisión" está dada tanto por
factores conscientes como inconscientes y además, restringidos al habitat de
cada individuo, es decir, la elección no es al azar sino que está altamente
determinada de acuerdo con las actividades realizadas que nos permiten
"conocer" o relacionarnos con otras personas.
Si nos adecuamos
a la teoría de la "tendencia a la simetría de Newcomb" o de la
"teoría del balance de Heider", de los campos y atracciones sociales,
es más fácil que las personas se sientan atraídas hacia personas que realizan
el mismo tipo de actividad o comparten gustos similares que hacia aquellas personas
con quienes no tienen los mismos marcos de referencia.
Tampoco hay que
desconocer la presión ejercida en muchos medios sociales con los noviazgos
largos o los noviazgos en general, respecto a la "necesidad",
socialmente establecida, de contraer matrimonio. Como tampoco al hecho de
"elegir un buen partido" que podría interpretarse como "del
gusto de la familia de origen o con éxito".
De acuerdo con
Freud, la elección del compañero puede hacerse por varios caminos:
1. El tipo narcisita puede amar:
a. lo que uno es (a sí mismo)
b. lo que uno fue
c. lo que uno quisiera ser
d. a la persona que fue parte de uno mismo
a. lo que uno es (a sí mismo)
b. lo que uno fue
c. lo que uno quisiera ser
d. a la persona que fue parte de uno mismo
2. El tipo anaclítico puede amar:
a. a la mujer nutriz
b. al hombre protector
a. a la mujer nutriz
b. al hombre protector
El esquema anterior explica por
qué existen elementos de amor y odio en las relaciones amorosas. Al proyectar
parte del yo en el otro y llegar a la frustración se desencadena el odio. Ya
que mediante el mecanismo de la proyección se supone que el otro
"debe" satisfacer mis necesidades; esto ocurre tanto a nivel consciente
como inconsciente.
La pareja necesita para su
supervivencia y para el desarrollo de cada uno de los integrantes, de
movilidad; así, el tipo de elección inicial puede ser modificada. Por ejemplo,
la pareja complementaria, en donde uno "manda" y es considerado
mejor, más capaz, etc., puede verse seriamente afectada cuando el miembro
"menor" obtiene una serie de logros que lo hacen salir del esquema
anterior. En este ejemplo, el miembro "débil", realiza una elección
del tipo anaclítico pero dados los logros, su relación se transforma en una de
tipo narcisista. La relación continúa siempre que la elección sea ratificada
por ambos miembros de la pareja.
Puede darse el caso de un cónyuge
de carácter oral o simbiótico que, en su afán de evitar la depresión, haga una
elección de tipo anaclítico y cuando descubra que por medio de su compañero no
solucionará sus fantasías, podrá entonces buscar una relación extra.
Así es como a nivel inconsciente,
se puede elegir compañero por la idealización que se hace del objeto, puesto
que cuando la persona se relaciona con alguien a quien considera valioso, se
valorará mejor a sí misma; o bien, puede sentirse apoyada de manera más sólida.
Hay que destacar que también
puede elegirse pareja para no relacionarse y evitar la fusión y proximidad del
otro.
Las situaciones anteriores, hacen
referencia a patologías, en la medida en que se hacen modos de relación rígida
y estereotipada y así, ante cualquier crisis o problema "vital" de la
pareja, resultarán las conductas inoperantes para resolver o cuando menos
llevar a buen término los problemas que la aquejan.
Sea cual sea el tipo de elección
que se haya realizado, los miembros de la pareja pueden sentirse defraudados
una vez terminado el período de luna de miel y entonces, las expectativas
sufrirán un golpe cuando se enfrenten a la pareja "real" y no a la
idealizada.
El desplazamiento del odio,
virtualmente operante, dentro de la "luna de miel", se torna ahora
ineficiente a pesar de la represión, que ante una crisis se resquebrajará de
tal suerte que un miembro de la pareja puede elegir como amante a una persona
diametralmente opuesta a su cónyuge, conservando a su pareja como objeto bueno.
Este mecanismo explica aquellos casos en donde se busca un amante con el objeto
de continuar idealizando la figura del cónyuge y descargar así, lo negativo en
el otro. Esto es frecuente, en personas que comparan la relación sexual con
actividades excretoras y pueden entonces "desahogarse" con
prostitutas, conservando en un buen concepto el nombre del "cónyuge
decente".
Aquí también podemos encontrar,
según Strean un tipo de masoquismo o sadismo encubierto. Ambos tipos de
patología, pueden ser "causa" de una relación extraconyugal, que
puede servir para castigarse mediante la autodenigración o bien, castigar y
denigrar al otro. Lo anterior remite a la satisfacción de la necesidad de
perder o de ganar que tienen algunas personas y que depende de lo que para
ellos implique la relación extraconyugal positiva o negativamente hablando.
En este sentido, hay que
mencionar otro tipo de relaciones extramaritales en donde la genitalidad no es
lo más importante tanto como la necesidad de sentirse escuchado y atendido por
otra persona.
Partiendo del supuesto de que
toda pareja necesita cierto grado de dependencia, dada la necesidad de adecuar
los roles; pueden encontrarse ciertas "desviaciones" respecto a la
dependencia como el caso de individuos que tienen amantes cuando sienten que el
cónyuge amenaza su independencia y autonomía y que tienen miedo a quedar atrapados,
en este sentido, se observan sujetos que una vez que el/la amante inicia sus
exigencias, buscarán nuevamente otra relación que los "salve" tanto
del cónyuge como del amante "devorador" o bien, pueden mantenerse así
para evitar ser absorbidos por ambas. Esta situación incluye el mito de
"don Juan" en quien cabría la interpretación psicoanalítica del
"miedo a la fusión" puesto que al relacionarse con muchas personas,
la persona no puede involucrarse con ninguna.
Respecto a los límites de la
pareja, es necesario que se establezca cierta independencia y autonomía
respecto a las familias de origen. Cuando esto no se logra, Strean menciona que
la búsqueda de un amante se inicia, con el objeto de saciar la necesidad de
encontrar imagos paternos. Esta conducta alude a una regresión
de tipo adolescente en donde, por medio del amante se evitan responsabilidades
tanto de dependencia como de apoyo hacia el cónyuge.
Puede suceder también, que la
infidelidad ocurra para satisfacer la necesidad del enamoramiento. Como con el
cónyuge la luna de miel llega a término, podemos encontrar sujetos para quienes
es necesario estar continuamente en la etapa de idealización y de fusión para
sentirse amados.
Tordjman menciona el factor
curiosidad como motor para la relación extraconyugal, sin embargo, esto es tan
amplio y tan ambigüo que no nos explica el por qué en personas consideradas
curiosas pueda no darse esta actitud, además de que sería ingenuo desconocer el
enganche que se establece, amantes o cónyuges, para que una persona se
relacione con otra.
También es importante subrayar el
hecho de que la infidelidad puede darse como consecuencia de la desconfirmación
del otro o como intento de "salvarse" de una relación asfixiante.
Igual que el dinero, los hijos,
las propiedades, etc., manifestaciones del poder en la pareja, la posibilidad
de ser más atractivo y de tener mayores potencialidades sexuales y atracción
hacia el sexo opuesto, es otra ostentación de poder en la pareja.
A partir de las supuestas
"causas" de la infidelidad, habrá que tener en cuenta el papel que
desempeña el otro. Hay situaciones en las que el cónyuge es quien, por
problemas sexuales, defensas, etc., estimula abierta o encubiertamente a su
pareja para que tenga relaciones extramaritales, en el caso de que a la pareja
le produzca angustia y rechazo.
Se pueden encontrar infidelidades
homosexuales o bien encubrirse una homosexualidad latente permitiendo que el
compañero tenga relaciones sexuales con otra persona.
Abordamos ya, algunos factores
predisponentes para que la infidelidad ocurra, sin embargo, intentaremos ahora
elucidar las consecuencias que la infidelidad trae en la pareja, pues
contrariamente a lo que se piensa la infidelidad no es causa de la ruptura de
la pareja.
Independientemente de que el
cónyuge "engañado" se entere o no, y sin perder de vista que la
confesión suele llevar gran carga de hostilidad, aunado a las diferentes fases
por las que atraviesa el cónyuge, víctima de la infidelidad, después de
"conocer la verdad", este tema puede consolidar la relación siempre
que se hable del por qué y no del cómo, pues la pareja podrá estrechar aún más
sus lazos. Es necesario iniciar la metacomunicación y salir del estereotipo de
engañado contra engañador para superar la crisis.
En opinión de Rogers, la
infidelidad puede ser sólo una de tantas modalidades del matrimonio, él
describe parejas que están de acuerdo ya sea en cambios de parejas sexuales o
en aceptar el idilio del cónyuge con otra persona. Menciona diversos tipos de
reacción que van desde la indiferencia hasta la cólera más abrupta y la
consiguiente ruptura.
Aunque la infidelidad no es el
factor desencadenante para el divorcio, confirma lo dicho por Tordjman respecto
a que es una gran prueba para la educación tradicional a la que estamos
sometidos.
Sin embargo, Rogers menciona que,
a partir del conocimiento de las relaciones extraconyugales del cónyuge, la
satisfacción sexual puede aumentar debido a la gran carga erótica que esta
situación posee.
Por otro lado, las relaciones
extramaritales no siempre son duraderas. Hay aventuras que no amenazan a la
pareja pues se basan en el supuesto efímero de su existencia.
Caruso menciona que ningún amante
está psicológicamente preparado para enfrentar a la sociedad haciendo de su
amor ilícito algo público. Así, todos los amantes serán boicoteados por su
estructura super yoica que les prohíbe salirse de los cánones de las morales
establecidas.
Para Caruso, el amor de los
amantes está cargado, desde un inicio, del impulso de muerte, pues los amantes
aceptan que su relación es sacrificable, que tiene que ser dolorosa y
tormentosa, resignándose a gran dosis de dolor y muerte. Lo anterior explica
conductas suicidas de los amantes después del rompimiento.
De lo visto hasta ahora, resultaría
ingenuo pensar que el hombre tiende más hacia la infidelidad que la mujer o
bien que las mujeres que trabajan tienen mayor posibilidad de relacionarse
extraconyugalmente que aquellas que no trabajan pues pensando así, perdemos de
vista a la pareja; pues recordemos que también el otro toma parte activa aún en
la "pasividad" más exigua.
Respecto al problema de si un
individuo adultero puede ser considerado sano o no, Strean supone que "un
matrimonio feliz consta de dos seres humanos felices", en este sentido, si
bien acepta que la relación íntima conyugal es un catalizador para que surjan
las patologías individuales, dada su múltiple necesidad de satisfacer
necesidades arcaicas, concluye que, desde el punto de vista psicoanalítico, la
patología y las necesidades de satisfacción infantil son las que hacen propicia
la relación extraconyugal. Considera que un individuo, para ser feliz, no
necesita de aventuras ni de la poligamia.
Hay que tener presente que la
fidelidad no es síntoma de felicidad, ni de salud; podría hablarse del tipo de
matrimonios simbióticos descritos por Scheffen, en donde las relaciones
bipersonales regresivas se tornan tan asfixiantes que un amante, aunque utópico
pensarlo en esas relaciones, resultaría deseable, por lo menos para
"movilizar" dicha simbiosis o bien el cerco de goma que muchas
familias poseen.
Tordjman considera al adulterio
"... una verdadera prueba de fuego de la pareja: destruye aquellas en las
que falta amor, y consolida las demás".
Así, más que buscar patologías,
habrá que pensar que la infidelidad puede ser un síntoma de la larga serie de crisis
por las que atraviesa la pareja y la funcionalidad, en vez de morbosidad,
estará dada por la manera en que la pareja pueda comunicarse y superar la
crisis.
Por otra parte, ¿qué hay de los
engañados que niegan o no ven lo que su mundo les presenta?, ¿cuántos
matrimonios existen en donde la infidelidad es lo acostumbrado?
En mi experiencia clínica, he
podido observar que las parejas reaccionan a la infidelidad con algún tipo de
conducta infiel (hablando con el ex novio, el ex marido, el compañero de trabajo,
o bien devuelven la infidelidad). La pareja siempre subpercibe el engaño y la
infidelidad pues se alteran ritmos, economía, sexualidad y los hombres se
muestran totalmente intolerantes ante la "invasión" de la esposa a
sus centros de trabajo.
En general, es muy tolerada la
infidelidad masculina pues existen creencias que la sostienen tales como pensar
al hombre más potente, con mayor necesidad sexual. He aquí una gran paradoja,
pues se utiliza un argumento biológico para sostener un mito social, me refiero
a aquello que el hombre debe ser: fuerte, racional, mujeriego, con éxitos más
sociales públicos que privados y que se justifique su "sexualidad
biológica".
La decencia del hombre no se
altera por ser adúltero, al contrario, si mantiene a la amante hace alarde de
su capacidad económica, sexual y social tradicional en cuanto al rol de macho.
Contrariamente, si la mujer es la
infiel, son las mismas mujeres quienes atacan esta conducta, con
comportamientos como la segregación y la denuncia al "pobre cónyuge
engañado". Además que en las mujeres surge un autocastigo al ser infieles
pues es contrario a la imagen pública de ser decentes. También es una manera de
agredir pasivamente, de defenderse ante la devaluación de sus cónyuges pues
para las mujeres es muy importante ser bellas y deseables a los ojos del otro.
La infidelidad a pesar de ser
"tan común" es un choque contra la integridad, todos tenemos una
opinión al respecto y si nunca la hemos padecido o la hemos percibido, pensamos
que pondremos fin a la relación. Sin embargo, una vez que se descubre viene el
choque emocional, el estallido de cólera, la humillación y la devaluación del
sujeto engañado. Pero la ruptura no aparece, entonces se forman dobles
mensajes. El infiel quien cae en el arrepentimiento primero se justifica y
después exige que se le respete su tiempo y su libertad.
Por su parte, el cónyuge engañado
se vuelve suspicaz y anda tras cualquier pista que le asegure que la relación
extramarital llegue al fin. Cae en un círculo vicioso pues aumenta su
dependencia en la medida en que su conducta depende por entero de
"descubrir la verdad", pero ésta nunca llega por más que llegue a
haber enfrentamientos con el/la amante.
El cónyuge engañado, se compara
con el/la amante en físico, poder, dinero, inteligencia y muchas veces llega a
identificar al amante mediante el teléfono, domicilio, trabajo, etc.
Son devastadores los efectos que
estas pesquizas producen en el engañado pues éste se sitúa de inmediato en un
rol inferior y sin guía social alguna. Es notorio que no existan soluciones o
fórmulas sociales para enfrentarlo el conflicto y éste sea llevado a la sombra
de la sociedad, se piensa que eso no puede pasarnos nunca, que las
mujeres/hombres que lo padecen son unos tontos, que el amor es para toda la
vida o al menos hasta que la muerte los separe. Siempre es al otro a quien le
sucede pues es una especie de muerte.
Los engañados, por su parte
atraviesan situaciones inéditas como la duda entre lo prohibido, lo permitido,
lo bueno y lo malo. No hay guías satisfactorias acerca del plan de acción, ya
no resultan satisfactorios los modelos de las mujeres que aguantaban al hombre
"hasta que la muerte los separe", aunque continua existiendo una
marcada dependencia psíquica y social hacia el otro. En hombres y en mujeres
hay incertidumbre acerca del futuro, del dinero, de la posición, de los ataques
masculinos respecto a la renuncia del estatus social actual.
Hago énfasis en el sufrimiento de
las mujeres porque muchas veces la infidelidad de los hombres ocurre dentro de
un gran contexto llamado violencia familiar, en donde "el hombre
fuerte" manipula a la "mujer débil" y una manera de hacerlo es
mediante la vejación de que su compañera tiene poco valor y utiliza las
aventuras extramaritales como una especie de derecho que el género le otorga.
En cambio, ante la menor sospecha de muchos hombres, de conductas de supuesto
coqueteo por parte de su pareja, viene el hostigamiento o los golpes. Esta si
es una situación social "tradicional", más común de lo que se piensa y
genera patologías en la medida en que ni el hombre ni la mujer se desarrolla,
más bien viven en un círculo vicioso, acrecentado por el aislamiento, dadas las
ligas estrechas entre ambos.
Otra causal de infidelidad
femenina es el abandono a que son sometidas las mujeres por sus cónyuges, ha
aumentado el número de esposos adictos al trabajo, que descuidan a su pareja y
que perpetúan y ponderan los éxitos laborales sobre los emocionales. Los
hombres, en su opinión son el apoyo de la familia, pero a veces sólo se centran
en lo económico y ante la demanda de la mujer, sostienen que ellos llevan la
carga más pesada "al enfrentarse al mundo".
Retomando a Rougemont, habría que
cuestionar la posibilidad de que el matrimonio en occidente ofrezca
alternativas ante la paradoja en la que se funda, observamos que es la
educación y el consiguiente prejuicio lo que impide todavía hablar de la
infidelidad como algo sino sano, al menos frecuente en muchas parejas y
hablarlo de manera abierta y responsable.
También creo que la distinción
hecha por Rougemont se basa más en una amor romántico que en el "amor
real". El amor real no es ni la felicidad, ni la pasión sino la compañía y
la colaboración entre dos géneros a fin de crecer (lo cual duele) y de
solucionar conflictos, incluida la infidelidad, lo anterior no siempre se
logra, pues existe el prejuicio que discutir es pelear, que la diferencia es
fricción y dificultad o bien enemistad y de que todos, hombres y mujeres lo
sabemos todo. (Aunque ellos un poco más).
El tipo de estudios que se han
realizado acerca de la infidelidad resultan limitados para la complejidad del
fenómeno que, como vimos es multicausal y, los datos reportados en México, por
el INEGI, son datos oficiales, dichos a una autoridad legal, quien tiene
preconcebidos los tipos de divorcio (necesario y voluntario), aparte de no
incluir a las parejas que viven en unión libre, lo cual reduce de manera
considerable los factores a ser estudiados, entre ellos las emociones, la
subjetividad, el aislamiento y la poca seriedad que las autoridades oficiales
dan a este problema, pues se subestima "a la vieja loca" o se ignoran
los terribles sufrimientos de la figura cómica del "cornudo" incapaz
de llevar los pantalones de su casa.
En síntesis, las pruebas legales
sobre la infidelidad en México resultan imposibles (se necesitan fotografías de
los amantes, realizando el coito) y no pasan de ser una nota roja, o una nota
rosa.
Por ello muchas personas que
tramitan el divorcio ni siquiera mencionan el dato, ya que podrían ser acusados
de difamación y en este sentido las estadísticas en la práctica clínica, nos
son de poca utilidad.
De acuerdo con Giusti, para la
ruptura del vínculo matrimonial, se puede considerar suficiente: la pérdida de
intensidad y calor emotivo, la insatisfacción sexual, la desaparición del
placer de estar juntos, la pérdida de comunicación y es poco frecuente en
cambio, que las parejas se disuelvan por culpa del amante, a veces éste sólo
vienen a reforzar la relación
En la infidelidad se intenta
obtener la satisfacción de carencias que no fueron satisfechas en el
matrimonio, sólo se asegura el fin real de la separación, de donde la infidelidad
pasa a ser el escape de un estado incierto e insatisfactorio, más que una
alternativa real a un matrimonio acabado.
La infidelidad es uno de los tantos síntomas que
enfrenta la pareja en crisis y no puede explicársele desde un punto de vista
causalista.
Es un tema sujeto a polémicas
porque en él confluyen infinidad de valores, actitudes, prejuicios y
estereotipos.
Desde el punto de vista
"patológico", esta conducta lo será toda vez que sean conductas
repetitivas y estereotipadas que impidan el desarrollo de la pareja y/o de cada
uno de los cónyuges en su propia vida y en su relación. Sin embargo, no hay que
olvidar el hecho señalado por Lemaire de que es incierto pretender hablar de la
pareja o de la familia como el estado ideal, ya que existen personas que
necesitan estar solas o que así pueden funcionar mejor. Aunque aquí en México
es muy mal visto tanto hombres solteros (bajo sospecha de homosexual) como de
mujeres solteras (amargadas y quedadas, de poco valor).
Más que pretender hablar de la
"crisis de la pareja" porque este tipo de conducta afecta a lo
socialmente esperado, habría que concientizar a la población de que este tipo
de procesos son comunes durante las crisis a las que toda vida está sujeta. A
pesar de lo anterior, habría no obstante, que desempolvar las ideas
"caducas" del amor socialmente esperado. De acuerdo con Lemaire, a la
pareja, son cada vez más numerosas las tareas que se le encomiendan, desde
funciones económicas y sociales así como afectivas, en donde intervienen muchas
partes primitivas y arcaicas de la personalidad que no son siempre placenteras
para la convivencia. Así, el autor afirma que, efectivamente, la pareja está en
crisis, pero no una crisis en la que tienda a desaparecer como institución,
sino como una unidad que tiende a satisfacer mayor número de exigencias dentro
de un marco económico y social cada vez más problemático que limita el tiempo
de convivencia de la pareja.
Yo agregaría, respecto a la
crisis de la pareja actual, que hay una incertidumbre acerca de lo que
genéricamente el hombre debiera ser, pues éste se ha definido como lo opuesto a
la mujer y al existir mujeres en lugares públicos (antes limitados a los
hombres) son las mujeres muchas veces quienes sostienen a la familia, quienes
ganan más, las de mayor escolaridad, las de mayor vida social, etc. Entonces la
fuerte imagen del hombre preocupado por la vida pública y por realizar
"las labores más importantes" se ve debilitada.
Sin embargo, hay que ver a la
pareja como un sistema, en el cual de no cubrir las necesidades de sus miembros
en el plano sexual, económico, de roles, de comunicación, etc., podrá darse
algún tipo de relación extramarital que ponga su vida en peligro; pero, si a la
inversa, vemos a la infidelidad como causa de una ruptura, perdemos de vista a
la pareja como totalidad, porque la no satisfacción de los miembros puede traer
como consecuencia no sólo la infidelidad, sino también la rigidez de los roles,
la falta de comunicación, y lo más dañino, la violencia familiar.
Además, como ya se mencionó, en
la elección de compañero operan no sólo factores conscientes y amorosos, sino
también causas inconscientes y factores externos, los cuales influyen de manera
efectiva en la decisión de hacer vida en común la cual no siempre puede ser
tomada cuando la persona se haya consolidado como persona adulta y madura en
toda la extensión de la palabra.